Tailandia endurece las normas: ¿un retroceso o la consolidación del mercado de cannabis medicinal?

Tailandia ha puesto fin a su etapa de cannabis sin control. Con nuevas regulaciones estrictamente médicas, el país busca depurar el mercado, eliminar el caos recreativo y profesionalizar la industria. ¿Es un retroceso o un paso hacia la consolidación global? Este análisis explora el impacto, los desafíos y las oportunidades que trae esta transformación.

Durante los últimos años, Tailandia ha sido vista como un experimento regional. Un país del sudeste asiático que, en un giro inesperado, legalizó el cannabis sin un marco sólido, permitiendo una apertura total al uso recreativo y comercial. Esto generó entusiasmo, inversión rápida y un crecimiento desordenado. Muchos se subieron al tren sin entender las implicaciones, sin protocolos de calidad, sin trazabilidad, sin estándares claros. Se generó una economía informal, ruidosa, turística y poco profesional. Esa etapa acaba de llegar a su fin.

El gobierno tailandés ha anunciado y publicado nuevas regulaciones que restringen el uso del cannabis al ámbito estrictamente medicinal. Esto incluye una criminalización explícita del uso y posesión de flor sin receta médica, sanciones claras para quienes comercialicen sin estar registrados como clínica médica, y medidas más estrictas para dispensarios, productos procesados y operaciones sin certificaciones.

A primera vista, muchos lo han interpretado como un retroceso. Hay quien habla de una “recriminalización” y algunos medios internacionales han exagerado diciendo que se ha prohibido todo el cannabis. Pero la realidad es más matizada y, si se analiza con visión estratégica, lo que ha sucedido no es un paso atrás, sino un intento serio de reestructurar el mercado, depurarlo y prepararlo para competir a escala global.

La nueva regulación en detalle

Desde el 27 de junio de 2025, la flor de cannabis en Tailandia solo puede ser vendida bajo prescripción médica. No se permite la venta libre, ni siquiera en dispensarios con licencia, a menos que estén registrados como clínicas médicas y que tengan personal sanitario autorizado a recetar. La regulación específica que incluso el etiquetado de los productos debe ajustarse a estándares médicos, con límites de concentración, pruebas analíticas, trazabilidad de lotes y certificaciones validadas.

Además, se establece de forma explícita que los cultivos con fines medicinales deben cumplir con certificaciones GACP emitidas por el Ministerio de Salud tailandés (DTAM), y aquellos que aspiren a exportar deberán demostrar trazabilidad, pruebas analíticas completas (HPLC o GC-MS), y cumplir con requisitos adicionales como COAs, licencias sanitarias, almacenamiento adecuado, entre otros.

Los comestibles también han sido colocados bajo escrutinio severo. A raíz de un caso de hospitalización infantil por ingesta de gomitas con THC, se ha puesto el foco sobre estos productos. Ahora son considerados de alto riesgo, sobre todo por su potencial atractivo para menores, y están sujetos a regulación más estricta. Cualquier producto comestible que contenga cannabis debe estar correctamente etiquetado, con prueba de contenido, advertencias visibles, y no puede comercializarse sin licencia médica.

IMPACTO EN LA INDUSTRIA

El golpe más evidente lo sentirán los negocios recreativos que nunca se profesionalizaron. Se estima que más de 18.000 dispensarios deberán ahora ajustarse a un nuevo marco o desaparecer. Muchos de ellos se abrieron con poca inversión, sin conocimiento del sector médico, sin trazabilidad, sin certificaciones y con un modelo de negocio dependiente del turismo. Estas operaciones, si no logran transformarse, quedarán fuera del mercado.

Pero en el fondo, este reordenamiento beneficia a los actores que ya venían haciendo las cosas bien. Las granjas que trabajaban con estándares GACP reales, que tenían trazabilidad de clones, que operaban en atmósferas controladas, que hacían análisis microbiológicos y registraban cada etapa, ahora tienen una ventaja competitiva clara. También los laboratorios serios, los desarrolladores de productos farmacéuticos, y los operadores internacionales que buscaban exportar desde Tailandia pero que encontraban una barrera reputacional por el desorden interno.

Con estas normas, el cannabis tailandés se diferencia: ya no es un producto sin control, sino una materia prima con respaldo legal, sanitario y técnico. Eso abre la puerta para construir relaciones comerciales con mercados regulados como Alemania, Suiza, Portugal o Israel, donde no solo se valora el producto, sino el cumplimiento normativo de origen.

¿POR QUÉ ES POSITIVO ESTE CAMBIO?

  1. Primero, porque devuelve la credibilidad al país. En los últimos meses, organismos internacionales como la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) habían comenzado a presionar a Tailandia por su modelo abierto. La falta de control en exportaciones, la aparición de productos no conformes y las noticias de ventas sin regulación habían puesto al país en una posición frágil ante la comunidad internacional. Esta corrección mejora la imagen y reduce el riesgo de sanciones o bloqueos en el futuro.
  2. Segundo, porque depura el ecosistema. Una industria medicinal no puede desarrollarse en paralelo con una economía recreativa informal. El ruido que generaba el mercado turístico del cannabis interfería con los esfuerzos de quienes realmente estaban invirtiendo en protocolos, genética, análisis, SOPs, validación de procesos y calidad farmacéutica. Esta nueva etapa pone orden. Se clarifican roles y se eliminan los grises.
  3. Tercero, porque fortalece la seguridad jurídica de quienes quieren hacer negocios a largo plazo. Cuando el marco legal es claro, se puede invertir, firmar contratos, construir instalaciones GMP, y planificar producción con visión exportadora. Esta seguridad es clave para atraer capital serio y alianzas estratégicas con farmacéuticas o laboratorios europeos.

ADAPTACIÓN O SALIDA: NO HAY PUNTO MEDIO

Para quienes ya están en el sector, la pregunta no es si estas reglas les gustan o no. La pregunta es si están dispuestos a adaptarse. Y la adaptación no es simplemente dejar de vender a turistas. Implica una reestructuración completa del modelo de negocio: adecuación a estándares médicos, incorporación de personal sanitario, certificación de cultivos, revisión de SOPs, integración de control de calidad y validación de cada producto o fórmula.

Esto requerirá inversión, formación y posiblemente nuevas alianzas. Pero también ofrece una oportunidad real: con menos competencia informal, quienes logren profesionalizarse tendrán más cuota de mercado, mayor reconocimiento y podrán escalar más fácilmente.

Las granjas que ya cumplen con GACP, que han trabajado trazabilidad desde el clon hasta la flor, que documentan todas las etapas y que tienen controles microbiológicos consistentes, están ahora en una posición privilegiada para exportar. Las clínicas que desarrollen protocolos médicos serios, con apoyo de médicos tailandeses y documentación sólida, podrán liderar la dispensación regulada. Los laboratorios que ofrezcan servicios de análisis validados (HPLC, GC-MS) estarán en el centro del ecosistema. Y los desarrolladores de productos con evidencia científica y ensayos clínicos podrán colocarse en el radar de farmacéuticas internacionales.

UNA OPORTUNIDAD A MEDIANO PLANO

Aunque la transformación no será instantánea, lo importante es entender que este no es el final del cannabis en Tailandia. Es el inicio de una nueva etapa. Una etapa donde el país puede posicionarse como un exportador fiable de cannabis medicinal, con una marca propia basada en calidad, cumplimiento y medicina tradicional.

Si se hace bien, en cinco años podríamos ver a Tailandia compitiendo con Colombia, Uruguay, Canadá e Israel como proveedores globales. Pero para eso, hay que hacer los deberes hoy: reforzar la calidad, demostrar cumplimiento, alinear todos los procesos a los marcos médicos, y comunicar correctamente al exterior.

Los próximos meses serán clave. Habrá auditorías, cierre de dispensarios, cambios en la cadena de suministro, y muchos actores quedarán fuera. Pero también se abrirán nuevas puertas. Quienes estén preparados podrán firmar contratos de exportación, establecer relaciones con farmacéuticas, y construir modelos de negocio sólidos, legales y escalables.

 

REFLEXIÓN FINAL

Lo fácil era operar sin reglas. Lo difícil es construir algo que pueda perdurar. Estas nuevas regulaciones obligan a toda la industria tailandesa a elegir: o profesionalizarse, o desaparecer. Y aunque para algunos esto será un golpe, para el conjunto del sector es una gran noticia.

El ruido se va. La calidad se queda. La credibilidad sube. Y el camino hacia el mercado internacional se despeja.

Ahora toca trabajar con seriedad, formar equipos competentes, alinear procesos, y construir una industria que realmente esté a la altura del potencial de esta planta. Quien entienda eso a tiempo, no solo sobrevivirá al cambio. Será de los que lideren la próxima etapa.

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Autor

Pedro Coves

Asesor Técnico Internacional | Especialista en GACP/GMP | Representante de Compradores EM

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